.::Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer::.
    

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RIMA XXVI Si al mecer las azules campanillas de tu balcón Crees que suspirando pasa el viento murmurador, Sabe que oculto entre las verdes hojas suspiro yo. Si al resonar confuso a tus espaldas vago rumor Crees que por tu nombre te ha llamado lejana voz, Sabe que entre las sombras que te cercan te llamo yo. Si se turba medroso en la alta noche tu corazón Al sentir en tus labios un aliento abrazador, Sabe que, aunque invisible, al lado tuyo respiro yo. RIMA XX Sabe si alguna vez tus labios rojos Quema invisible atmósfera abrasada, Que el alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada. RIMA XXIV Dos rojas lenguas de fuego Que aun mismo tronco enlazadas Se aproximan, y al besarse Forman una sola llama. Dos notas que de laúd A un tiempo la mano arranca, Y en el espacio se encuentra Y armoniosas se abrazan. Dos olas que vienen juntas A morir sobre una playa y que al romper se coronan Con un penacho de plata. Dos girones de vapor Que del lago se levantan, y al juntarse allá en el cielo forman yuna nube blanca. Dos ideas que a la par brotan, Dos besos que a un tiempo estallan, Dos ecos que se confunden, Eso son nuestras dos almas. RIMA XXXVII Antes que tú me moriré; escondido en las entrañas ya el hierro llevo co que abrió tu mano la ancha herida mortal. Antes que tú me moriré; y mi espíritu, en su empeño tenaz, se sentará a las puertas de la muerte esperándote allá. Con las horas los días, con los días los años volarán, y a aquella puerta llamarás al cabo... ¿ Quién deja de llamar? Entonces, que tu culpa y tus despojos la tierra guardará, lavándote en las ondas de la muerte como en otro Jordán; allí donde el murmullo de la vida temblando a morir va, como la ola que a la playa viene silenciosa a expirar; allí donde el sepulcro que se cierra abre una eternidad, todo cuanto los dos hemos callado, allí lo hemos de hablar. RIMA XLII Cuando me lo contaron, sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas; me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de donde estaba. Cayó sobre mi espíritu la noche, en ira y en piedad se anegó el alma. ¡Y entonces comprendí por qué se llora, y entonces comprendí por qué se mata! Pasó la nube de dolor ... Con pena logré balbucear breves palabras... ¿ Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... Me hacía un gran favor... Le di las gracias. RIMA XLIII Dejé la luz a un lado, y en el borde de la revuelta cama me senté, mudo, sombrío, la pupila inmóvil clavada en la pared. ¿Qué tiempo estuve así ? No sé; al dejarme la embriaguez horrible [del ] dolor, expiraba la luz y en mis balcones reía el sol. Ni sé tampoco en tan terribles horas en qué pensaba o qué pasó por mi; sólo recuerdo que lloré y maldije, y que en aquella noche enviejecí. RIMA XLVI Me ha herido recatándose en las sombras, sellando con un beso su traición. Los brazos me echó al cuello y, por la espalda, partióme a sangre fría el corazón. Y ella prosigue alegre su camino, feliz, risueña, impávida. ¿ Y por qué ? Porque no brota sangre de la herida. Porque el muerto está en pie. RIMA LIII Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán; Pero aquellas que el vuelo refrendaban tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres... Esas...¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde, aun más hermosas, sus flores se abrirán; Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día... Esas...¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará; Pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido...desengáñate, ¡Así no te querrán! RIMA LXI Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho, ¿ quién se sentará? Cuando la trémula mano tienda, próximo a expirar, buscando una mano amiga, ¿ quién la estrechará? Cuando la muerte vidríe de mis ojos el cristal, mis párpados aún abiertos, ¿ quién los cerrará? Cuando la campana suene (si suena en mi funeral) una oración al oírla ¿ quién murmurará ? Cuando mis pálidos restos oprima la tierra ya, sobre la olvidada fosa, ¿quién vendrá a llorar? ¿Quién, en fin, al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, ¿quién se acordará? ¿Qué es poesía? ¿Qué es poesía? --dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú. XIV Te vi un punto y flotando ante mis ojos la imagen de tus ojos se quedó, como la mancha oscura orlada en fuego que flota y ciega si se mira el sol. Y dondequiera que la vista clavo torno a ver sus pupilas llamear; mas no te encuentro a ti, que es tu mirada, unos ojos, los tuyos,nada más. De mi alcoba en el ángulo los miro desasidos fantásticos lucir: cuando duermo los siento que se ciernen de par en par abiertos sobre mi. Yo se que hay fuegos fatuos que en la noche llevan al caminante a perecer: yo me siento arrastrado por tus ojos pero adónde me arrastran no lo sé. Alguna vez la encuentro por el mundo... Alguna vez la encuentro por el mundo y pasa junto a mi; y pasa sonriéndose, y yo digo: ¿Cómo puede reir? Luego asoma a mi labio otra sonrisa, máscara de dolor, y entonces pienso: - Acaso ella se rie, como me río yo. A ELISA Para que los leas con tus ojos grises, para que los cantes con tu clara voz, para que llenen de emoción tu pecho hice mis versos yo. Para que encuentren en tu pecho asilo y les des juventud, vida, calor, tres cosas que yo ya no puedo darles, hice mis versos yo. Para hacerte gozar en mi alegría, para que sufras tú con mi dolor para que sientas palpitar mi vida, hice mis versos yo. Para poder poner ante tus palmas la ofrenda de mi vida y de mi amor, con alma, sueños rotos, risas, lágrimas, hice mis versos yo.


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